martes, 17 de septiembre de 2013

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Entorno con emisiones periódicas centra su información en el acontecer internacional. Contiene espacios noticiosos y de opinión, seleccionados de medios de prensa internacional o generados desde nuestro país.  ISSN 1819-4052



Año 11 Número 75 | Fecha 2013-09-16
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Opinión





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Opinión
por John Pilger
La ominosa metamorfosis del Imperio

En la pared tengo colgada la primera página del Daily Express del 5 septiembre de 1945 con las siguientes palabras: "Escribo esto como una advertencia al mundo". Así comenzaba el informe de Wilfred Burchett sobre Hiroshima. Fue la noticia bomba del siglo. Con motivo del solitario y peligroso viaje con el que desafió a las autoridades de ocupación estadounidenses Burchett fue puesto en la picota, sobre todo por parte de sus colegas empotrados. Avisó de que un acto premeditado de asesinato en masa a una escala épica acababa de dar el pistoletazo de salida a una nueva era de terror.

En la actualidad, [la advertencia de] Wilfred Burchett está siendo revindicada por los hechos casi a diario. La criminalidad intrínseca de la bomba atómica ha quedado corroborada por los Archivos Nacionales de EE.UU. y por las ulteriores décadas de militarismo camuflado como democracia. El psicodrama sirio es un ejemplo de ello. Una vez más somos rehenes de la perspectiva de un terrorismo cuya naturaleza e historia siguen negando incluso los críticos más liberales. La gran verdad innombrable es que el enemigo más peligroso de la humanidad está al otro lado del Atlántico.

La farsa de John Kerry y las piruetas de Barack Obama son temporales. El acuerdo de paz ruso sobre armas químicas será tratado al cabo del tiempo con el desprecio que todos los militaristas reservan para la diplomacia. Con al-Qaida figurando ahora entre sus aliados y con los golpistas armados por EE.UU. sólidamente instalados en El Cairo, EE.UU. pretende aplastar a los últimos Estados independientes de Oriente Próximo: primero Siria, luego Irán. "Esta operación [en Siria]", dijo el exministro de exteriores francés Roland Dumas en junio, "viene de muy atrás. Fue preparada, pre-concebida y planeada".

Cuando el público está "psicológicamente marcado", como describió el reportero del Canal 4 Jonathan Rugman la abrumadora oposición del pueblo británico a un ataque contra Siria, la supresión de la verdad se convierte en tarea urgente. Sea o no cierto que Bashar al-Assad o los "rebeldes" utilizaran gas en los suburbios de Damasco, es EE.UU., no Siria, el país del mundo que utiliza esas terribles armas de forma más prolífica.

En 1970 el Senado informó: "EE.UU. ha vertido en Vietnam una cantidad de sustancias químicas tóxicas (dioxinas) equivalente a 2,7 kilos por cabeza". Aquella fue la denominada Operación Hades, más tarde rebautizada más amablemente como Operación Ranch Hand, origen de lo que los médicos vietnamitas denominan "ciclo de catástrofe fetal". He visto a generaciones enteras de niños afectados por deformaciones familiares y monstruosas. John Kerry, a cuyo expediente militar le chorrea la sangre, seguro que los recuerda. También los he visto en Irak, donde EE.UU. utilizó uranio empobrecido y fósforo blanco, igual que hicieron los israelíes en Gaza. Para ellos no hubo las "líneas rojas" de Obama, ni tampoco psicodrama de enfrentamiento.

El repetitivo y estéril debate sobre si "nosotros" debemos "tomar medidas" contra dictadores seleccionados (es decir, si debemos vitorear a EE.UU. y a sus acólitos en otra nueva matanza aérea) forma parte de nuestro lavado de cerebro. Richard Falk, profesor emérito de Derecho Internacional y relator especial de la ONU sobre Palestina, lo describe como "una pantalla legal/moral unidireccional con ínfulas de superioridad moral y llena de imágenes positivas sobre los valores occidentales e imágenes de inocencia amenazada cuyo fin es legitimar una campaña de violencia política sin restricciones". Esto "está tan ampliamente aceptado que es prácticamente imposible de cuestionar".

Se trata de la mayor mentira, parida por "realistas liberales" de la política anglo-estadounidense y por académicos y medios autoerigidos en gestores de la crisis mundial más que como causantes de ella. Eliminando el factor humanidad del estudio de los países y congelando su discurso con una jerga al servicio de los designios de las potencias occidentales, endosan la etiqueta de "fallido", "delincuente" o “malvado” a los Estados a los que luego inflingirán su "intervención humanitaria".

Un ataque contra Siria o Irán o contra cualquier otro “demonio” estadounidense se basará en una variante de moda, la "Responsabilidad de Proteger", o R2P, cuyo fanático pregonero es el ex ministro de Relaciones Exteriores australiano Gareth Evans, copresidente de un "centro mundial" con base en Nueva York. Evans y sus grupos de presión generosamente financiados juegan un papel propagandístico vital instando a la "comunidad internacional" a atacar a países sobre los que "el Consejo de Seguridad rechaza aprobar alguna propuesta o que rehúsa abordarla en un plazo razonable".

Lo de Evans viene de lejos. El personaje ya apareció en mi película de 1994, Death of a Nation, que reveló la magnitud del genocidio en Timor Oriental. El risueño hombre de Canberra alza su copa de champán para brindar por su homólogo indonesio mientras sobrevuelan Timor Oriental en un avión australiano tras haber firmado un tratado para piratear el petróleo y gas del devastado país en el que el tirano Suharto asesinó o mató de hambre a un tercio de la población.

Durante el mandato del "débil" Obama el militarismo ha crecido quizá como nunca antes. Aunque no haya ni un solo tanque en el césped de la Casa Blanca, en Washington se ha producido un golpe de Estado militar. En 2008, mientras sus devotos liberales se enjuagaban las lágrimas, Obama aceptó en su totalidad el Pentágono que le legaba su predecesor George Bush, completo con todas sus guerras y crímenes de guerra. Mientras que la Constitución va siendo reemplazada por un incipiente Estado policial, los mismos que destruyeron Irak a base de conmoción y pavor, que convirtieron Afganistán en una pila de escombros y que redujeron Libia a una pesadilla hobbesiana, esos mismos son los que están ascendiendo en la administración estadounidense. Detrás de su enmedallada fachada, son más los antiguos soldados estadounidenses que se están suicidando que los que mueren en los campos de batalla. El año pasado 6.500 veteranos se quitaron la vida. A colocar más banderas.

El historiador Norman Pollack llama a esto "liberalfascismo": "En lugar de soldados marchando al paso de la oca tenemos la aparentemente más inofensiva militarización total de la cultura. Y en lugar del líder grandilocuente tenemos a un reformista fallido que trabaja alegremente en la planificación y ejecución de asesinatos sin dejar de sonreír un instante". Todos los martes, el "humanitario" Obama supervisa personalmente una red terrorista mundial de aviones no tripulados que reduce a “papilla” a las personas, a sus rescatadores y a sus dolientes. En las zonas de confort de Occidente, el primer líder negro en el país de la esclavitud todavía se siente bien, como si su mera existencia supusiera un avance social, independientemente del rastro de sangre que va dejando. Esta obediencia a un símbolo ha destruido prácticamente el movimiento estadounidense contra la guerra. Esa es la particular hazaña de Obama.

En Gran Bretaña las distracciones derivadas de la falsificación de la imagen y la identidad políticas no han triunfado completamente. La agitación ya ha comenzado, pero las personas de conciencia deberían darse prisa. Los jueces de Nuremberg fueron escuetos: "Los ciudadanos particulares tienen la obligación de violar las leyes nacionales para impedir que se perpetren crímenes contra la paz y la humanidad". La gente normal de Siria, y mucha otra más gente, igual que nuestra propia autoestima, no se merecen menos en estos momentos.
Fuente: The Guardian
Oportunidad a la diplomacia en un mundo complejo y multipolar

Editorial Gara

Cuesta creer que un aparente lapsus verbal o una declaración accidental pueda cambiar el curso de una guerra que hasta hace pocos días se presentaba como inminente. Según el relato, el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, que visitaba Londres tras la histórica humillación que el Parlamento infligió a David Cameron al negarle el apoyo para la guerra en Siria, manifestó que poner el arsenal de armas químicas de Siria bajo control internacional para después inutilizarlo podría parar la guerra. Rusia cogió el guante, la ONU animó la jugada y finalmente Siria mostró su conformidad. Aunque la propia Administración norteamericana dijo en un momento que lo declarado por Kerry era algo retórico y sin consistencia, lo cierto es que el desarrollo posterior de los acontecimientos parece que ha alejado, al menos por el momento, la amenaza de una guerra sobre otra guerra.

Ironías de la vida, Putin echó un capote a Obama y le ha ayudado a salir de un atolladero. Con la opinión pública doméstica ampliamente en contra de la aventura bélica en Siria, sin tener el apoyo de la Cámara de Representantes asegurado y con una comunidad internacional dividida y muy escéptica, Obama no lo tenía fácil. Ahora puede agarrarse a la percha de que gracias a su postura dura e intransigente, Al-Assad ha dado su brazo a torcer. Pobre argumento, en todo caso.

Con un suspiro de alivio que recorre las principales capitales del mundo, y también el de la inmensa mayoría de la ciudadanía de Euskal Herria, instalada la pausa en la maquinaria de guerra y abierto el canal diplomático para una hipotética solución de compromiso, el escenario efectivamente ha cambiado. Parece que a partir de ahora se presenta un largo proceso de negociaciones, de recriminaciones mutuas, de inspecciones y traslados de materiales. Quizá durante meses, puede que para años. Mientras tanto no habrá ataque abierto de EE.UU., tampoco una guerra regional. Aunque Siria seguirá desangrándose en una guerra endiablada.

Hay solución entre la multitud de amenazas

Israel está furiosa. En los últimos días se multiplican las voces que dicen que la posición de Obama es la del «medio embarazo» y lo acusan de no tener colmillo, de ser es un presidente «debilucho», un «cobarde». Si Siria, defienden los gobernantes israelíes, ha cruzado la línea roja, ¿quién va a creer a Obama en la línea roja mucho más ancha que ha dibujado en el dossier nuclear iraní? En realidad, aunque con un perfil público bajo, Israel no ha dejado de mover los hilos en Washington y sobre el terreno en Siria. Su apuesta siempre ha sido la de que el resultado final de la guerra en Siria fuera la falta de resultado, que los dos bandos pierdan, o al menos, que no gane ninguno de los dos. Y mientras tanto apuesta por que Siria sangre hasta desangrarse, hasta que llegue al colapso. La debilidad de la región es parte de su fuerza.

Pero independientemente de que Israel no haya, por el momento, arrastrado a EE.UU. a un bombardeo masivo contra Siria, el hecho de que rusos y norteamericanos trabajen juntos en el dossier sirio -al menos en el desmantelamiento del arsenal de armas químicas de Siria, que acaba de solicitar formalmente su adhesión a la Convención sobre Armas Químicas- deja margen para pensar, con cautela, con mucha cautela, que pueda haber una solución. Que pueda imaginarse una iniciativa conjunta de las dos potencias para eventualmente alcanzar un compromiso que permita vivir a todos los sirios en paz, independientemente de las líneas confesionales y étnicas. Un escenario muy complicado en el que la soberanía y la democracia siguen siendo, como en el resto del mundo, las claves básicas.

No obstante, la historia muestra que las soluciones de diseño de la comunidad internacional no suelen atender a las realidades de los países en conflicto, sino a las urgencias, a los intereses y a los equilibrios de poder de dicha comunidad. La estabilidad es un criterio importante, pero a menudo solo retrasa los conflictos larvados y sostiene injusticias injustificables.

El cambio de juego que ha experimentado la guerra de Siria tiene además otras implicaciones. Ha confirmado que la era de la superioridad incontestable de EE.UU. ha terminado. Aun cuando su dominio global no tenga rival, no puede por sí sola marcar su camino, imponer su agenda. La pérdida de poder y de control de la situación ha quedado evidenciada en cómo ha actuado y gestionado esta cuestión Obama.

Que sirva de inspiración

La intervención bélica que estaba en ciernes parece que se aleja mientras se abren ventanas de oportunidad a la vía diplomática y a una solución de compromiso. El giro que ha experimentado la situación es positivo. Aunque solo sea porque la mejor guerra es aquella que se evita. Y aunque es previsible que aquellos que han visto interrumpidos sus planes de guerra vuelvan a la carga para volver a tomar iniciativa, las lecciones que deja lo acontecido en los últimos días pueden y deberían servir de inspiración.

Para continuar con los esfuerzos para que la diplomacia prevalezca sobre fanfarrona intimidación bélica, y el desarme mutuo sobre las guerras sin fin. Si la gente alza su voz y grita no a la guerra, puede cambiar el sentido de las decisiones de sus gobernantes. Si la gente realmente quiere la paz, es posible conseguirla. En Siria y en cualquier rincón del mundo.
Fuente: Gara
por Amy Goodman
Mientras la intervención militar del Presidente Barack Obama en Siria parece haberse postergado por el momento, llama la atención que el Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, se haya reunido el 11 de septiembre con uno de sus predecesores, Henry Kissinger, supuestamente para hablar de la estrategia de las próximas negociaciones sobre Siria con funcionarios rusos. La reunión entre Kerry y Kissinger y la oposición pública al ataque a Siria, que ambos apoyan, deberían mirarse a través del espejo de lo sucedido el 11 de septiembre, pero de 1973.

Aquel día, hace 40 años, el presidente democráticamente electo de Chile, Salvador Allende, fue derrocado violentamente mediante un golpe de Estado que contó con el apoyo de Estados Unidos. El General Augusto Pinochet asumió el control del país y dio inicio a diecisiete años de un régimen militar de terror, en el que más de 3.000 chilenos fueron asesinados y desaparecidos, alrededor del mismo número de personas que murieron el 11 de septiembre de 2001. Allende, que era socialista, contaba con mucho apoyo popular en su país, pero sus políticas eran el anatema de las élites de Chile y Estados Unidos, por lo que el entonces Presidente estadounidense, Richard Nixon, y su Secretario de Estado y asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger, apoyaron el intento de derrocarlo.

El papel que desempeñó Kissinger en la planificación del golpe de Estado en Chile en 1973 queda más claro a medida que pasan los años y surgen nuevos documentos, que el propio Kissinger intentó mantener en secreto. Peter Kornbluh, de la organización sin fines de lucro National Security Archive (Archivo de Seguridad Nacional), ha revelado las pruebas durante años, y recientemente actualizó su libro “Pinochet: los archivos secretos”. Kornbluh me dijo que Kissinger “fue el principal responsable de idear la política para derrocar a Allende e incluso de apoyar a Pinochet y las violaciones de los derechos humanos que ocurrieron durante su régimen”. Afirmó que Kissinger “presionó a Nixon para que asumiera una política agresiva, pero encubierta, para lograr derrocar a Allende, desestabilizar su capacidad de gobernar y generar lo que Kissinger denominó ‘un clima golpista’”.

El régimen de Pinochet fue violento, represivo y un aliado cercano de Estados Unidos. Pinochet formó alianzas con otros regímenes militares de América del Sur, que crearon el “Plan Cóndor”, una campaña de terrorismo de Estado y asesinatos coordinados en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. El Plan Cóndor incluso llegó a las calles de Washington D.C. cuando, el 21 de septiembre de 1976, el ex embajador chileno en Estados Unidos durante el gobierno de Allende, Orlando Letelier, fue asesinado junto a su asistente, una ciudadana estadounidense llamada Ronni Moffitt, en un atentado con coche bomba perpetrado por la policía secreta de Pinochet en la zona de las embajadas, a apenas unas cuadras de la Casa Blanca.

Finalmente, tras la creciente condena mundial y la resistencia no violenta dentro del país, el régimen de Pinochet se vio obligado a realizar un plebiscito en el que se decidiría si Pinochet debía continuar como dictador en Chile. La población rechazó al gobierno de Pinochet con un “NO” rotundo, y dio paso a la actual era democrática en Chile.

Al menos dos ciudadanos estadounidenses fueron asesinados durante el golpe de 1973. Charles Horman y Frank Teruggi viajaron a Chile para ser testigos de la experiencia democrática que se estaba desarrollando en el país. Trabajaban como escritores y periodistas. Su secuestro y asesinato por parte de las fuerzas de Pinochet, con la posible colaboración del Gobierno estadounidense, fueron representados en la película “Desaparecido” del director Costa Gavras, con Jack Lemmon y Sissy Spacek como protagonistas. En Chile, la película “Desaparecido” fue prohibida por el régimen de Pinochet. Con motivo del 40 aniversario del golpe de Estado, la viuda de Charles Horman, Joyce Horman, realizó una ceremonia conmemorativa en la ciudad de Nueva York. El evento fue organizado por la fundación Charles Horman Truth Foundation y atrajo a cientos de personas, muchas de las cuales formaron parte del Gobierno de Allende, perdieron familiares durante la dictadura, o se vieron obligadas a exiliarse de Chile durante aquellos terribles años.

Entre los asistentes estaba Juan Garcés, un ciudadano español que fue asesor personal del Presidente Allende. Garcés estaba con Allende en el Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973. Poco antes de que el palacio fuera bombardeado por la fuerza aérea, Allende acompañó a Garcés a la puerta y le dijo que saliera y le contara al mundo lo que había sucedido aquel día.

Allende murió durante el golpe, y Garcés apenas logró escapar de Chile con vida. Años después presentó una denuncia penal contra Pinochet, y finalmente logró que se lo arrestara en Gran Bretaña en 1998, donde Pinochet permaneció detenido durante 504 días. Si bien finalmente Pinochet pudo regresar a Chile, más tarde fue procesado allí y tuvo que afrontar un juicio y la prisión. Murió en 2006 bajo arresto domiciliario a los 91 años de edad.

Hoy en día, Juan Garcés considera que hay alarmantes similitudes entre la represión en Chile y las actuales políticas estadounidenses: “Realizan entregas extraordinarias, ejecuciones extrajudiciales. Tienen centros de detención secretos. El recurso de habeas corpus es ineficaz. Me preocupa mucho que los mismos métodos que se utilizaron en Chile durante la dictadura, con el conocimiento y el apoyo del Gobierno de Nixon y Kissinger, ahora se estén utilizando en muchos países, con otra excusa, con el apoyo de Estados Unidos. Considero que es algo muy peligroso para todos”.

En lugar de reunirse con Kissinger para buscar asesoramiento, John Kerry debería apoyar la paz y consultar a personas como Garcés, que han dedicado su vida a luchar por esa causa. El único motivo por el que se debería buscar a Henry Kissinger es para llevarlo ante la justicia, al igual que Pinochet.
Fuente: Rebelión
por Silvia Ribeiro
El control de los recursos estratégicos de México está a la venta al mejor postor trasnacional y en las condiciones que demanden las empresas. Desde la minería al petróleo, pasando por la biodiversidad, el aire de los bosques y hasta el maíz, el patrimonio genético alimentario más importante del país.

El proceso no empezó ahora, pero hay en este momento pasos cruciales en juego, como la privatización del petróleo y la autorización para siembra comercial masiva de maíz transgénico en favor de Monsanto y otras trasnacionales. Otras leyes aprobadas y en discusión, como la reforma que privatiza la educación y convierte a los docentes en empleados precarios, o la imposición de IVA en alimentos y medicinas, castigan a los pobres y sus derechos sindicales más básicos. El hilo rojo es favorecer a las grandes empresas y a las minorías privilegiadas. Pero también crece la resistencia, cada día más compleja y candente, por la diversidad de actores y temas que hieren centros neurálgicos de la vida del país.

Aprovechando el contexto, un grupo de científicos protransgénicos, entre ellos Luis Herrera Estrella, director del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad (Langebio, de Cinvestav-IPN) se están reuniendo con diputados para cambiar las leyes que dificultan a funcionarios lucrar personalmente con la investigación pública. Y eso sí es una injusticia ¿no le parece? O sea, para estos científicos lo correcto es que los investigadores sean financiados con fondos públicos, usen el acervo de conocimientos, las instalaciones, sueldos, herramientas y subsidios del Estado, para que ellos puedan comerciar con empresas y patentar para su lucro personal los conocimientos que obtienen gracias al trabajo colectivo y al apoyo social.

Según Herrera Estrella, "el acuerdo al que llegamos con los diputados es armonizar todas las leyes, la Ley Federal del Trabajo, la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos, la Ley de Ciencia y Tecnología para que, en una sola ley, se contemple toda esta problemática" (E. Ruiz Jaimez, El Economista, 25/8/2013). La articulista abunda: "Con esto buscan que el investigador pueda licenciar sus propias patentes u otras, que pueda crear una empresa y ser accionista".

En el mismo artículo, Herrera Estrella afirma que a la ley Monsanto (Ley de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados) se le puso el mote porque sólo Monsanto puede cumplir con sus requerimientos, "porque es muy estricta". Arguyendo un pretendido nacionalismo –nada convincente dados sus vínculos con las trasnacionales– quieren simplificar los trámites para que los investigadores nacionales también puedan contaminar transgénicamente los cultivos.

Pero, ni la ley Monsanto es estricta (por eso hay contaminación) ni se le llama así por lo que dice Herrera Estrella, sino lo contrario: porque favorece ampliamente los intereses empresariales, no contra investigadores nacionales, sino contra el bien público. Recordemos que la primera versión de esta ley fue presentada al Congreso por el Comité de Biotecnología de la Academia Mexicana de Ciencias, del que Herrera Estrella era y es miembro. La coordinación del cabildeo de la ley Monsanto –que ahora les resulta insuficiente, porque ven la coyuntura para ir por más elementos privatizadores– estuvo a cargo de su colega Francisco Bolívar Zapata, ahora nombrado por Peña Nieto coordinador de Ciencia, Tecnología e Innovación del gobierno. Los pocos cambios que otros hicieron en el proceso legislativo, como la obligatoriedad de establecer un régimen especial de protección al maíz por ser México centro de origen (¿una de las complicaciones a las que aluden estos científicos?) fueron vaciados de contenido con el reglamento de dicha ley. La consulta pública es una farsa, nunca considera las críticas. Las aprobaciones de siembras experimentales de transgénicos, particularmente maíz, han sido impugnadas legalmente muchas veces, motivando únicamente que el gobierno adaptara el reglamento para dejar las impugnaciones sin efecto.

Ha sido un proceso de tal grado de "corrupción legalizada", que fue presentado por el Grupo de Estudios Ambientales como caso de violación de derechos de los pueblos y violencia contra el maíz y la soberanía alimentaria, ante las sesiones del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) capítulo México. La ley que redactaron esos científicos y que ahora quieren modificar para facilitar aún más privatización y contaminación, evidencia la veracidad de la acusación general del TPP sobre "desviación de poder" del Estado mexicano contra el interés público y en favor de las empresas.

En todo caso, Herrera Estrella no se ha quedado esperando cambios. Tiene numerosas patentes a partir del trabajo en instituciones públicas y es socio fundador de Stela Genomics, empresa fundada en 2011 en Estados Unidos, con una sede cómodamente vecina al laboratorio de genómica que él mismo dirige en el Cinvestav. También es socia una investigadora a quien dirigió su doctorado en el mismo laboratorio. Stela Genomics usa el trabajo que se hizo en Langebio, financiado públicamente, para promover su negocio privado. Además, gestiona comercialmente las patentes de Herrera Estrella.

El modelo es Estados Unidos, donde el público financia las universidades que trabajan con y para las transnacionales, y los investigadores están a la venta, incluida la orientación de su investigación. La investigación en biotecnología en México va en esa dirección y hay varios ejemplos. Este tipo de conflictos de interés serán parte de los casos a presentar en la próxima sesión del TPP sobre maíz transgénico y corrupción de la ciencia.
Fuente: La Jornada

Noticias
Al menos ocho mil 500 personas fueron asesinadas por armas de fuego en Estados Unidos durante 2011, según datos oficiales publicados en un artículo de la revista American Journal of Public Health.

Cuanto mayor es el número de propietarios de armas en este país, mayor es la tasa de homicidios, indicó un estudio dirigido por el investigador Michael Siegel, de la Universidad de Boston (noreste), quien hizo alusión a las cifras reveladas por el FBI.

Siegel evaluó las estadísticas aproximadas en 30 años (1981-2010) del número de propietarios de armas y de homicidios por impactos de balas en cada uno de los estados.

Ello le permitió determinar que existe una "sólida correlación" entre la tasa de detenciones en un estado y la cantidad de crímenes cometidos por disparos con armas de fuego.

A tono con el estudio, la tasa de posesión de armas va de 25,8 por ciento en Hawai (norte) a 76,8 por ciento en Mississippi (sur), con un promedio nacional de 57,7 por ciento.

La exploración fue realizada en respuesta a una afirmación de la Asociación Nacional del Rifle, el más poderoso lobby a favor de la venta y posesión de armas en territorio estadounidense.

Esta organización, que tiene más de cinco millones de afiliados, ha dicho que la tenencia de armas no provoca un incremento de la violencia.

Actualmente en Estados Unidos circulan unos 310 millones de armas de fuego o lo que es lo mismo: casi una por habitante.

Sólo seis estados de la Unión han promulgado leyes estrictas de control de armas, luego de la matanza ocurrida el 14 de diciembre pasado en una escuela primaria de Newtown, en Connecticut, que dejó 26 muertos, de ellos 20 niños.

Mientras, políticos de otros 20 estados defienden la tenencia de armas y han debilitado con esta postura las leyes locales acerca de la posesión de armamentos, dijo el Centro de Ley para Prevenir la Violencia Armada.

Los debates sobre este tema siguen latentes, pues todavía no se logra una legislación para el control de armas.

El presidente Barack Obama emitió una serie de medidas a través de una orden ejecutiva a inicios de año destinadas a restringir la tenencia de armas, que además cobra unas 85 vidas diarias como promedio, de acuerdo con estimados.
Fuente: PL


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Cubarte, 2008.